Misión de rango E: ¡A trabajar!

Kallen Kozuki escribió:Misión: ¡A trabajar!
Descripción: Luego de una misión importante que realizaron algunos miembros de tu gremio, un gran desastre quedó en uno de los sectores de la zona residencial: un par de casas arrasadas por aquí, un edificio destrozado por allá, e incluso la estatua de la plaza derrumbada. Tu misión es arreglar todo este desastre, reconstruyendo lo recuperable.

Recompensas:
Jewels: 1500
Objetos: -
Numero de Magos: 1 a 3 [2; Alucard y Tali]
Lugar: Zona Residencial del gremio que tome la misión.

Había escuchado que una de las zonas residenciales había sido destrozaba, y fui más bien casi obligado a venir a este lugar por Tali, ya que ella estaba obsesionada con que debía ayudar y así pagar un poco por el mal que hice años atrás, qué desgracia, con lo que yo amaba sembrar la destrucción y el caos... Pero juré a Tali que ayudaría y que cambiaría por ella, y ella parecía complacida por el mero echo de que yo apareciese por el lugar, me dijo que tardaría aún un buen rato, por lo que yo aparecí antes que ella, la gente había sacado sus herramientas, martillos, clavos, paneles de madera y mucha gente trabajando, seguramente serían cada uno dueños de las casas que estaban reparando, la verdad es que esto había sido realmente destrozado de forma vil, me recordaba a mí, hace unos largos años atrás. Me acerqué a la estatua de la plaza, estaba decapitada, le faltaba un brazo y había sido destruida, suspiré, esto no era lo mío, yo estaba echo para destruir y aniquilar, no para hacer el bien y ayudar a reparar este lugar... Pero lo hacía por Tali, por nuestro futuro. Me acerqué a un par de hombres que llevaban unas pesadas placas de madera, parecía que no podían con ellas, por lo que yo las cogí sin problema alguno, les seguí hasta su destino, era una casa que, creo que era la que más destrozada estaba de todas. ¿Dónde estaría Tali?.

Después de los desafortunados desastres que habían rodeado la ciudad de Magnolia, donde muchas de sus casas, edificios y monumentos habían quedado derruidos, supe que debía ayudar; y por eso, en cuanto supe que se llevaría a cabo una reconstrucción, inmediatamente me apunté para participar. Y Alucard también, lo cual me sorprendió (bueno, no mucho... más bien acudía a ayudar solo por que yo había rogado hasta el cansancio) pero sabía que lo hacía por mí, lo cual me halagaba bastante. Me había prometido cambiar, y lo estaba cumpliendo aunque yo sabía que le costaba trabajo. Le pedí que llegara primero al lugar, pues yo me había retrasado un poco al quedarme con las mujeres de la ciudad, que prepararían alimentos para todos los voluntarios que participarían. Tras llegar al lugar que habríamos de volver a construir, pude darme cuenta de que Alucard estaba ahí y me acerqué por la espalda, para alzarme de puntillas y besar su mejilla. -Lamento el retraso, estaba explotando mi "talento" en la cocina, para después de todo esto.-Dije, sonriendo.

-¡Chico! Como eres tan alto, ¿puedes colocar la plancha en este lugar mientras nosotros le damos con el martillo?-Me preguntó el hombre al cual le había ayudado antes a llevar los tablones hasta su destino y asentí con la cabeza, debía reconocer que me llamase chico me recordaba un poco cuando era más pequeño, quizás me había llamado así porque él era un señor mayor, debería de tener unos 60 o casi 70 años y tenía las mismas energías que un hombre joven, aquella persona se merecía un premio por ayudar. Agarré la plancha de madera y la coloqué donde él dijo, notando las vibraciones de esta al impactar el martillo contra el clavo que hizo que esta plancha no se moviese más, colocamos como tres planchas casi seguidas, de forma rápida, la casa comenzaba a coger forma, sonreí de lado al escucharlo-Muchas gracias muchacho, ¡que dios te lo pague!-Me giré haciendo una mueca de asco, parecía que este señor al fin y al cabo, creía en un ente divino, qué pena, me había caído bien. Comencé a caminar entre la multitud para al sentir al poco como Tali besaba mi mejilla, ladeé la cabeza hacia ella y sonreí ampliamente-¿Y qué es lo que trajiste para los que estamos ayudando?-Le dije sin apartar mi mirada de ella.

Reí suavemente al escucharlo y le hice girar, para darle un suave beso: -¿Para ti? Veamos....-Dije, fingiendo que lo pensaba durante unos instantes para luego mirarlo, con un brillo travieso en los ojos. -Muchos besos... ¿Te agrada la idea?-Bromeé, aunque sabía que me reprendería por que veníamos a trabajar, no a bromear. Tras darle un beso suave, el que sería el último (por ahora), me apresuré a decir. -Yo no he traído nada aún, lo traerán las demás mujeres que habitan aquí, yo solo ayudé un poco.-Comencé a caminar, en dirección opuesta a la que él llevaba, pero me detuve solo un instante. -Estaré en la reconstrucción de las casas... ayudaré a poner los techos y las paredes de las nuevas propiedades. Te veo después...-Dije, lanzándole un par de besos antes de proseguir mi camino hacia el sitio donde ayudaría.

Reí ligeramente al ver su ternura en un momento tan ''triste'' para los demás, ahora más que nunca estaban juntos, ayudándose todos a reparar sus hogares, seguro que hasta enemigos de esta calle se están ayudando ahora mismo para reparar sus casas, eso era algo... ¿Bonito? ¿Bueno? Sí, supongo que sí, cuando sus labios se encontraron con los míos, correspondí aquel beso, pero negué después, separándome de ella-Vinimos a trabajar, no a que vean un espectáculo amoroso aquí en medio, vamos a trabajar, Tali, nos necesitan...-Dije medio sonriendo y le di un último beso antes de que ella se fuese hacia otra dirección, la contraria a la mía, esperé a que ella desapareciese de mi campo de vista, sin apartar mi sonrisa de mi boca, me acerqué de nuevo a aquel señor, ayudándolo a recomponer ahora el tejado.

Me dirigí hacia las residencias destruidas por la catástrofe y la gente que trabajaba afanosamente por repararlas. Unos comenzaban a levantar nuevas paredes para construir lo que serían las nuevas casas. Me acerqué a donde las personas comenzaban a colocar los techos, y rápidamente, subí hasta allá, siendo impulsada hacia arriba por una polea y sujetada a una cuerda, como una especie de tirolesa o algo así. Poco a poco, los demás pobladores fueron dándonos la madera que habríamos de poner y comenzamos a hacerlo, teniendo cuidado en no dejar caer nada demasiado a prisa, por temor a dañar lo ya construido.
Entre dos personas y yo, conseguimos levantar un pesado bloque con madera, que serviría para la base de los techos, aunque la forma de ponerlo sería extraña, pues me dijeron que para lograrlo, debía caminar en la orilla, llevando uno a uno cada madero, para colocarlo en el techo.

-Coge el martillo muchacho y clava esas maderas y esta casa ya estará bien-Dijo aquel hombre bajito y barbudo y me tiró el martillo, lo agarré en el aire y luego tiró un par de clavos que también cogí con cuidado de no pincharme con ellos, me acucliyé y coloqué el clavo donde debía y comencé a darle suaves golpes, balanceando el martillo hacia delante y hacia detrás. Poco a poco aquella casa había tomado forma entre yo, el señor bajito y barbudo y un par más, sin duda, debía reconocer que ayudar a la gente era satisfactorio, aunque tenía que decir que arrancar y sesgar ánimas era sin duda aún una sensación muchísimo mejor, pero cada uno tenía sus gustos, a unos les gustaba ayudar, a otro ser codiciosos... Yo prefería matar todo lo que se pusiese por mi camino, pero esto era una nueva experiencia que me parecía bastante divertida al fin y al cabo, terminaría conociendo a gente nueva de esta zona. Cuando clavé todos los clavos, observé que la casa cogió consistencia y aunque estuviese encima de esta de pie no pasaba nada, observé la zona, gente con martillos en los bolsillos, clavos, hasta parece que hubo un herido porque se le cayó uno de estos y se lo clavó en el pie, una mujer estaba curándola, salté desde arriba del tejado, habían como tres metros nada más, quizás para algunos era una altura media, pero para mi agilidad era realmente pequeña, había dado saltos mucho más grandes. Aquel hombrecito golpeó mi espalda en señal de agradecimiento y yo me quité el sombrero, agachándome también. Al poco lo coloqué en su sitio y comencé a caminar hacia la plaza, para quitar los escombros de la estatua que había caído.

Tomé tres de los maderos que serían la base del techo y como si los acunara en mis brazos, fui caminando por la orilla de un paso a un paso, haciendo equilibrio entre la altura y mi peso, aunque era difícil, me sentía como una especie de trapecista de circo en la cuerda floja, o como sea que se llamase aquel espectáculo. A cada avance, sentía que iba a caerme, pero conseguí llegar al otro lado. Puse los maderos donde me indicaban y tras proporcionarme clavos y martillo, comencé mi ardua tarea. La verdad es que nunca había usado un martillo y me era un poco difícil al principio, pero después de un poco de práctica, ya era mucho más sencillo. Por lo que podía ver a lo lejos, Alucard también estaba trabajando arduamente y esperaba que se divirtiera, ya que en sí este era un trabajo un tanto extraño para él, pero lo pasaríamos genial.

Parecía que esto comenzaba a coger forma gracias a todos los vecinos de esta zona, todos eran felices ayudando a los demás en lo que podían, a veces un poco de colaboración entre personas no estaba nada mal vista, es más, estaba comenzando a divertirme y todo. Los escombros que había dejado aquella estatua eran bastantes, ya que habían muchos pedruscos en el suelo. Agarré uno de aquellos pedruscos, debía admitir que pesaban un poco, era normal, como mínimo pesaban 40 o 50 Kg, parecía un enclenque por lo delgado que estaba, pero sin duda alguna tenía mucho músculo y hacía uso de ello para hacer las tareas más difíciles como sería transportar estas rocas a una carreta donde la llevarían para intentar hacerle otro uso, o tirarla en alguna zona donde hayan escombros que no se puedan re utilizar. Fui caminando con aquel gran pedrusco hasta la carretilla donde me dijeron, y hice como mínimo ese mismo viaje como cuatro veces, transportando con mis brazos más o menos el mismo peso de piedras de un lugar a otro.

Tras haber puesto las bases para el techo, y haber puesto las capas de maderas que lo compondrían, decidí pasarme a la otra casa que requería mantenimiento. Esto no era gran cosa, la casa estaba prácticamente lista y solo faltaba pintar, según me indicaban. Descendí de la casa donde trabajaba primero, ayudada por la polea y fui a donde me requerían. Dentro del hogar, ya estaban preparados los botes de pintura que habríamos de usar y tomé una brocha, impregnándola de pintura y comenzando mi trabajo de decoradora de interiores.
Me gustaba el color, la verdad... y me esmeré en hacerlo bien por que era como si estuviese pintando la casa donde Alucard y yo viviríamos tan pronto volviéramos a Everestia... esto era como una especie de ensayo para nuestro futuro juntos.

Parecía que la zona ya estaba completamente libre de grandes rocas pesadas, pues las más pequeñas ya se las habían llegado, quité mi sombrero un momento y llevé la manga de mi traje a mi frente, notando como comenzaba a sudar un poco, era normal, en un día tan calido como este, tenía un pequeño exceso de ropa, para la próxima, tenía que pensar en un conjunto un poco más fresco para los días que hiciese calor como hoy. Busqué con mi mirada a Tali, pero no la encontraba, quizás estaba un poco más lejos de donde estaba yo. Suspiré profundamente y me senté un momento, una señora amable me trajo un cesto de frutas y yo cogí una manzana roja que había dentro de este, se lo agradecí con un movimiento de cabeza y esta se marcho al poco a buscar a más gente a la cual poder darle de los alimentos que tenía dentro de la cesta de comida.

Seguí con mi trabajo, poniendo empeño en que las paredes quedaran completamente pintadas y no fuera algo mal hecho pues me sentiría avergonzada de ser así. Pero a la par que pintaba, mi ropa, mi rostro y mi cabello también se llenaban de pintura. Al poco rato, llegó hasta donde me encontraba trabajando, una señora con una cesta de frutas y me ofreció una. Al tomarla, supe que no podría comerla con las manos sucias. La amable mujer me dijo que ya era hora del descanso y que todos los trabajadores nos reuniríamos a comer en unas cuantas mesas improvisadas, muy cerca de donde trabajábamos. Me guiñó el ojo con una sonrisa cómplice y yo le sonreí, saliendo de forma rápida de ahí en busca de Alucard.
Comencé a buscar a Alucard con la mirada y al fin di con él, y a medida que me acercaba, pude notar pequeñas gotas de sudor cubrir su piel. -Es hora del descanso, ¿No vienes?-Dije, sonriendo, pues sabía que me seguiría.

-Si no te importa querida, no... Prefiero estar aquí, aunque me lo estoy pasando bastante bien la verdad... He de decir que hacía tiempo que no hacía ejercicio físico... Aún así parece que todo va bien, es más, hasta un hombrecito me dio las gracias y todo...-Comenté entre risas, hablando del rey de Roma, aquel hombre me saludó y se fue directamente hacia donde se reunían para comer-Ves tú allí si quieres Tali, yo me quedo aquí con mi manzana...-Comenté mientras la alzaba para enseñársela, me la había ganado con la sudor de mi frente. Le saqué un poco de brillo con un pañuelo que tenía encima, ahora mismo la manzana estaba sucia por el polvo y la tierra que tenía ahora mismo encima. Cuando la limpié bien, le di un bocado, se sentía dulce, cosa que aún no lograba comprender como notaba el sabor de la manzana si, supuestamente era un ''vampiro''

-Prefiero estar contigo.-Dije, mostrándole con orgullo mi pera, la que había tomado del cesto de frutas. La verdad, aunque no se lo dijera, estaba orgullosa de que el trabajo físico le gustara. Sabía que este cambio era duro para él, pero lo estaba llevando bastante bien y eso me daba tranquilidad. Limpié mi fruta, dándole un mordisco y la comí, disfrutando su jugoso sabor. La verdad, aunque no estuviésemos comiendo lo que todos, a su lado, todo era el manjar más exquisito que se pudiera probar, algo digno de los reyes.
Cuando comenzó a comer la manzana, no pude evitar mirarlo con extrañeza, hasta que después de un momento, comprendí todo. Es cierto, él seguía creyéndose un vampiro... bueno, eso ya lo trataríamos con el tiempo. -¿Te gusta lo que hacemos?-Pregunté, intentando conversar.

Miré por un momento la manzana y luego mi cabeza se giró hacia ella.-Pues, sí la verdad, esto está bastante bien, sentí algo aquí cuando aquel hombre me dio las gracias por ayudarle-Coloqué una mano cerca de donde estaba su corazón, pero como sus senos eran bastante grandes, quizás toqué algo más de lo debido, aunque mi intención no era tocarle un pecho, sin duda alguna. Aparté mi mano y le sonreí por un momento, volviéndole a dar otro bocado a mi manzana, me estiré y me tumbé sobre las piernas de Tali apoyando ahí mi cabeza, observándola hacia arriba, más bien... Sus grandes senos volvían a interferir un poco, pero debía admitir que esta visa no estaba naada mal. Entrecerré los ojos, estaba a gusto entre sus piernas, y debía admitir que con ella me encontraba sumiso, con la guardia siempre baja, supongo que era por la tranquilidad y la confianza que ella desprendía.

-Es el resultado de las buenas acciones, Alucard. Cuando alguien te agradece de corazón, se siente bien... es algo gratificante. Como si tu alma volviera a nacer, o al menos así lo definía mi padre.-Dije, con una sonrisa. Cuando colocó una mano en mi corazón, también lo hizo en parte de uno de mis senos y eso hizo que me sonrojara un poco. No me molestó, pues sabía que no lo había hecho con intención, pero si era algo que podría malinterpretar la gente si es que nos veía, aunque no me importaba demasiado pues ya se habían dado cuenta de que estamos juntos. Dejé que se recostara en mis piernas para que descansara de tan ardua tarea y le sonreí, dándole un masaje a través del cabello de forma tierna, mientras él me miraba, aunque su vista estaba puesta no tanto en mi rostro, sino en mis atributos físicos. -¿Te gusta lo que ves?--Pregunté entre risas, divertida por aquella situación.

-Se siente bien... Eh...-Era una satisfacción algo extraña, ya que para mí aquellas satisfacciones tan solo aparecían cuando yo mataba a alguien pero... Se sentía igual de bien, incluso mejor. Entrecerré los ojos cuando noté los dedos de Tali pasear por mi cabeza, acariciando mi larga melena de color azabache, me aparté el sombrero y se lo dejé a ella en la cabeza, y los abrí lentamente para escucharla, y verla en parte el rostro, ya que tenía dos grandes senos que desde esta posición, no la podía ver en su totalidad.-Sin duda creciste mucho desde la última vez que te vi... Y se ve, se nota mucho...-Comenté entre risas, respondiendo a su pregunta, pero a la vez evadiendo una respuesta simple como un ''sí o no'', más inteligente por mi parte, sin duda alguna. Llevé a mi boca la manzana y le di un bocado de nuevo, masticando aquella dulce y jugosa fruta mientras volvía a cerrar los ojos.

-Me enorgullece que estés llevando este cambio demasiado bien. Sé que es duro para ti, pero en verdad me complace que lo estés haciendo poco a poco.-Dije con una sonrisa, entrelazando los dedos en su cabello para jugar con él. Agaché mi cabeza para que pudiese colocarme el sombrero y yo terminé de acomodarlo, para no arruinar mi cabello, aunque debía admitir que me quedaba demasiado bien, y encima, me protegía del sol que comenzaba a arreciar con fuerza en esa parte de la ciudad.
No pude evitar reír a carcajadas ante aquel comentario sobre mis senos. La verdad era que a los nueve años, bueno... no tenía nada de lo que presumir y mucho menos un físico exuberante como para llamarle la atención. -¿Y te gusto así?-Pregunté con curiosidad, para luego darle un mordisco a mi fruta.

-Bueno... Este cambio es únicamente por ti, Tali... Porque tú me dijiste que cambiase, si no, podría seguir haciendo lo mejor que sé hacer...-Dije mientras me comenzaba a adormilar un poco por las caricias de sus dedos sobre mi cabeza, realmente me relajaba mucho sentir sus dedos sobre mi cabello, acariciándome lentamente con aquel cuidado que ella tenía. Debía de tener cuidado con mi pelo, ya que estaba cerca del suelo tumbado sobre sus piernas, pero no me importaba, la situación, la posición y la compañía no me dejaban pensar en otra cosa realmente. Parecía que mi respuesta no bastaba para saciar su curiosidad, y volvió a preguntarme lo mismo, de otra forma.-Sí... Actualmente como estás, eres perfecta, y sé que muchos hombres de esta zona me van a tener envidia por tener a alguien como tú...-Dije riendo entre dientes, terminándome la manzana y tirando el corazón de esta a una papelera cercana, encestándola, tenía mucha precisión.

-¿Sabes? Me siento halagada por ser yo el motivo de este cambio. Quiero decir, bueno, nunca nadie había hecho nada por mí. Creo que es una sensación algo extraña, pero me agrada sentir esto.-Sonreí apenas, ya que continuaba dedicada a hacer que se relajara con mis caricias. Podía sentir como se adormilaba poco a poco, pues su respiración se tornaba más tranquila y acompasada. Incliné el rostro, para besar su frente suavemente, en un gesto tierno. Acaricié su rostro con mis manos, observándolo atentamente, como si hubiese sido la primera vez que lo veía, y era algo extraño, pues cada que me reflejaba en sus profundos ojos rojizos, era como volver a enamorarme otra vez de él.
-Pues yo soy la mujer más afortunada del mundo por tenerte a mi lado, sé que habrá muchas chicas que suspirarán por ti al verte.-Dije, sonriéndole.

-Siéntete así.. Pues el cambio total y radical de mi ser a sido gracias a ti.. Y en verdad, no sé, creo que todo esto está mucho mejor que hacer lo que hacía antes...-Intenté evitar soltar las palabras ''matar, asesinar, masacrar, arrasar etc...'' más por respeto y porque no quería que Tali escuchase aquello de mí, porque cuando hablaba sobre ese tema mi sangre ardía y me entraban ganas de pelearme con alguien fuerte. Estaba practicamente medio dormido, todo por la culpa de Tali, bueno, gracias a Tali, hacía tiempo que no estaba tan a gusto con alguien, por lo que me permití el lujo de quedarme un rato más allí, en sus piernas, notando como sus suaves caricias hacían que mis pensamientos fuesen alejándose poco a poco, todas mis preocupaciones y todo lo que sobraba de mi mente... Tan solo estábamos ella, y yo...-Te amo... Te amo mucho Tali Hadeslynn...-Dije en un susurro al notar sus labios sobre mi frente, ella sacaba lo mejor de mí, mi parte dulce, mi parte tierna, algo que jamás pensaba que alguien podría sacar, excepto ella.

-Como premio a tu esfuerzo, te has ganado una recompensa... no solo la que tendremos aquí, sino algo que yo te daré.-Dije, acercándome a su oído para murmurar aquellas palabras en un tono de voz tan bajo, que no alteraría aquel estado de relajación en el que estaba. Lo que buscaba era que se sintiera a gusto estando conmigo, que no pensáramos en nada más que en nosotros y nuestro futuro, como una especie de sueño que se realizaría muy pronto. Acaricié la base de su cuello, dando un suave masaje en el mismo, para que cuando volviera al trabajo, lo hiciera descansado y con la energía recuperada al máximo.
-Te amo, Alucard... te amo con toda mi alma, jamás vamos a separarnos, te lo prometo.-Susurré, besando sus labios.

Sus labios susurraron aquellas suaves palabras sobre mi oreja, haciendo que mi estado de pura relajación no se había alterado para nada, su voz, dulce y melodiosa, parecía el canto de los ángeles, cuando estaba con ella llegaba a un estado de relajación único y lo estaba notando ahora mismo, sin duda estar con ella era genial, es con la mujer que más había soñado estar en toda mi vida, sabía que estos 10 años de espera habrían valido la pena, y no me rendí nunca buscándola por todos los lados.-Jamás nos separaremos... Jamás-Susurré con suavidad, correspondiendo su beso después, llevando una de mis manos a su nuca, acercándola un poco más a mí, para profundizar aquel beso, cual no quería separarme nunca, quería mantener mis labios pegados a los suyos hasta quedarme sin oxígeno y si hacía falta, no me importaba morir besándola.

Estábamos disfrutando tan bien del descanso, que pronto me vi inmersa en su estado de relajación, y él no parecía alterarse. Era como si de pronto todo hubiese desaparecido, dejándonos solo a nosotros, disfrutando de nuestro amor. Habíamos pasado diez años sin vernos, sí, pero el sacrificio había valido la pena. Incluso me había olvidado del trabajo. -Es una promesa, Alucard; nunca vamos a separarnos. Ya no concibo como sería pasar un día sin ti.-Murmuré, dejando que atrayera mi rostro al suyo para profundizar aquel beso, uno de aquellos que tanto me gustaban, con los cuales era capaz de hacerme perder el control y él lo sabía.
De pronto, un hombre mayor se aproximó hasta nosotros y tosió ligeramente para llamar la atención. -Se terminó el descanso, jóvenes... es hora de volver al trabajo.-Nos dijo, yéndose después, aunque girándose a mirarnos de cuando en cuando.

-No te dejaré nunca... Ten eso seguro siempre, mantenlo siempre en esta cabecita tuya... Pues jamás en la vida te dejaré...-Susurré con suavidad, antes de volver al beso, ese beso intenso que hacía que todos mis sentidos se disparasen nuevamente pese haber estado segundos antes en un estado de relajación extrema, aún así, sus labios se movieron de forma experta contra los suyos, en un beso apasionado, aunque... Poco duró ya que un señor nos dijo que ya era hora de volver a trabajar... Me separé suspirando, alcé de nuevo los párpados y la miré a los ojos, con media sonrisa, viéndome reflejado en ellos como en un espejo.-Te veo más tarde mi vida... Cuídate y pásatelo bien... Yo estaré por la plaza cambiando la estatua para poner otra distinta...-Dije medio sonriendo y me levanté de encima de ella, para cuando ella hizo lo mismo, me acerqué a sus labios y la besé con intensidad, dejándola partir esta vez.