Pequeños lobos guardianes.[Privado]

El gran lobo blanco con manchas rojizas en su cabeza y cuerpo detuvo su andar cuando sintió un tirón en su pelaje y la susurrante voz de su ama que le ordenaba parar. Hacía horas que estaban caminando sin rumbo alguno y hasta Azhalea se había aburrido de ir y venir por un bosque que parecía ser siempre igual por donde lo mirara, esa vista la estaba cansando. Con tranquilidad el gran animal se echó sobre su vientre para dejar descender a la muchacha de su lomo quien, apenas puso ambos pies en tierra, se estiró levantando sus manos por encima de su cabeza. Era un día muy tranquilo, no tenía ningún trabajo que hacer y esa misma sensación de libertad le daba cansancio, detestaba no tener nada para hacer.
Con una de sus manos cubrió sus labios al bostezar antes de ponerse a jugar un poco con su bastón, el cual siempre llevaba consigo, haciéndolo girar con una mano sin tener que pensar demasiado en los movimientos que hacía. Miró hacia un lado, hacia el otro, y no vio mas que árboles y arbustos, cerró los ojos para escuchar a su alrededor y solo oyó los pájaros por todos lados. No parecía haber nada peligroso cerca y Sköll se mostraba sumamente tranquilo.

-Descansa pequeño.

Le dijo al lobo dándole unas palmadas y pronto, en una voluta de humo blanco, la transformación del animal se deshizo, devolviendo la carta del sol a la mano de su dueña y reemplazando esa gran figura por la de un pequeño lobito que entraba en la palma de su mano. Haku; como se llamaba en esa forma, se trepó por la pierna de Azhalea y se metió en el bolsillo interno de su capa en la cual Kuro -su hermano gemelo- descansaba y la guerra se desató entre ambos animalitos dentro de ese pequeño espacio.
En un suspiro ella disimuló una risa mientras guardaba la carta del sol en el bolsillo libre y caminaba sin problemas hasta un árbol cercano. Sus pequeños acompañantes no pesaban prácticamente nada, así que a pesar de que se estaban peleando, mordisqueando y revolviéndose en ese pequeño espacio a ella no le complicaba el movimiento. Estaba acostumbrada a ellos dos, después de todo hacía tiempo que estaban juntos.
Sin ganas de hacer mucho y disfrutando del silencio apenas roto por los pájaros, le joven muchacha de ojos negros se sentó bajo un árbol y se recostó contra este, cerrando los ojos para descansar al menos un rato.

Un sonido molesto y apagado comenzó a molestarla, al principio creyó que era cosa de su imaginación pero pronto ese sonido repetitivo logró hasta detener los juegos de lo dos pequeños que se encontraban en el bolsillo. ¿Qué demonios hacía tanto ruido? Ligeramente fastidiada abrió sus ojos y observó alrededor, con sus orbes ya no negras sino que ligeramente rojizas o marrones. No veía nada cerca que estuviera molestando la paz que ella creía que se iba a mantener, pero el sonido persistía, por lo que entre curiosa y molesta se puse de pie.
Kuro, mas animado que su hermano que había pasado largo rato caminando, se escabulló de su refugio y se puso a los pies de Azhalea, siguiendo sus pasos con pequeños saltos y metiéndose entre los huecos que dejaba la muchacha a cada paso como si quisiera hacer que tropezara. Por suerte, ella ya conocía esas mañas de su compañero y por eso cuando él caminaba a su lado se aseguraba de dar pasos mas firmes y solo un poco mas grandes.
Escuchando con atención aquel sonido comenzó a caminar hacia la fuente del mismo, esquivando algunos pocos árboles hasta lograr ver a un muchacho que parecía estar entrenando o peleando con un árbol y a su... perro? Sin decir nada, con los ojos nuevamente de un color negro bien oscuro, se detuvo observándolos sin una expresión exacta en su rostro. Con Kuro sentado a sus pies y el pequeño Haku escondido dentro de su capa, gruñendo ligeramente con precaución. Al parecer, de los tres físicamente presentes, era el mas desconfiado.

El primero en notar su presencia fue aquel perro; o lo que fuera, que se acercó a ella con una confianza poco común. ¿No se suponía que como animal tenía que ser un poco mas desconfiado? No estaba segura de eso, tal vez no la veía como una amenaza y eso no era muy inteligente de su parte, pues ella no estaba sola y un peso en su hombro se lo recordó. Al ver como el animalillo se acercaba cerró con fuerza una mano alrededor de su báculo que llevaba en la mano que quedaba detrás del árbol y Haku comenzó a gruñir notablemente cuando sintió el aroma del desconocido. Kuro, a pesar de todo, seguía como si nada y hasta se sentó al lado de los pies de su ama moviendo la cola con ánimos. En verdad, ¿qué pasaba por la mente de su lobezno? Ni ella tenía idea.
A unos cuantos metros el animal se detuvo, sentándose igual que su lobo negro, y ladeando la cabeza en un gesto que; si no fuera por la imagen del chico golpeando árboles detrás suyo, le habría parecido demasiado tierna como para mantener su pose imparcial. Apenas un altivo de sorpresa apareció en los ojos negros de la maga cuando el animal habló, refiriéndose a Kuro que; al sentirse mencionado, se atrevió a caminar hacia el perro. Azhalea no intentó detenerlo, pues sabía quien se encargaba de eso, y no se equivocó pues apenas Kuro dio algunos pasos Haku salió del bolsillo y lo tomó de la cola para que no avanzara.
Az desvió la mirada hacia su derecha al sentir una risa que solo ella podía escuchar y chasqueó con su lengua con molestia. ¿Ya aparecía a molestar? Sin embargo, esa vez él no aparecía para fastidiar la paciencia de la maga, sino para avisarle que el chico se acercaba. Los ojos oscuros de la mujer se clavaron en los del joven que se disculpó por la actitud de su compañero haciendo una reverencia. Por mero instinto Azhalea movió su vara hasta tomarla con ambas manos; dejándola cruzada delante de su cuerpo, a la vez que el pelaje de Haku se inflaba. Ser desconfiados era algo que ellos dos compartían, mientras que con Kuro compartía el hecho de la torpeza en sus momentos de tranquilidad.

-¿Quién eres?

Preguntó casi en un susurro, sin intenciones de levantar la voz, mientras sus dos lobos que representaban al carro se quedaban quietos y el Arcano son nombre parecía respirar en su nuca preparado para protegerla. Él era una presencia fría, mientras que el pequeño ser que se posaba en su hombre; el sin número, contrastaba perfectamente con su esencia chispeante.

-Luego de su reverencia de disculpa, levanto la mirada a la jovencita que tenia delante, ya que todavia no se habia percatado de los animalitos que llevaba debajo, aunque si lo habia notado Apolo y la situacion parecia tensa, con lo que Apolo se dio vuelta a mirar a Madnees con ojos diciendole "tienen miedo de nosotros", bueno cualquiera tendria miedo de 2 extraños como ellos, aunque Madnees sentia una presencia mas pesada de la que Apolo podria sentir, y no solo eso, esto era la primera vez que pasaba, pero comenzo a sentir el Latido del Corazon de Yong en su bolsillo, el cual sentia algun tipo de hostilidad de la joven hacia el o no sabia bien por que estaba latiendo, tal vez queria pelear. Saco el corazon y se quedo viendolo de manera extraña-

Calmate no busco hacer nada -Guardando su corazon en el bolsillo y volviendo su mirada a la joven- Veo que empece con el Pie izquierdo, me llamo Madnees y el es Apolo, mi compañero... No estamos buscando pelea, mi amigo solo sintio curiosidad, lamento haberte molestado.

Perdon señorita, ya nos retiramos.

-Ambos dieron unos pasos hacia atras antes de darse la vuelta y seguir con su entrenamiento, aunque Madnees no podia evitar la sensacion de sentirse raro y sujetandose la cabeza, como si hubiese algo mas que la jovencita y sus animalitos alli, aunque no entendia que, si no habia nada mas a metros de distancia. Trato de no darle importancia, ya que solo lo hacia quedar como un loco, aunque el siempre se considero asi, por todas las cosas que habia hecho y que tenia por hacer en su vida. Apolo tardo un poco mas en darse la vuelta, ya que se quedo observando a los 2 animalitos pequeños, uno parecia muy desconfiado, aunque el otro no tanto, sin embargo mejor no hacer nada, no quiere armar una pelea innecesaria-

Al notar que el joven sacaba algo de su bolsillo los ojos de Az comenzaron a tornarse cada vez mas rojizos, sin llegar a destacar pero advirtiendo a quien la mirara detenidamente que se sentía ligeramente amenazada y pretendía devolver el golpe. No dejaría que la tomara desprevenida. A pesar de que el joven le aseguró que no iba a hacer nada, mientras guardaba aquella cosa en su bolsillo nuevamente, la maga no se relajó en lo más mínimo sino que en cambio apretó con mas fuerza su báculo. Conocía muchas personas que habían dicho eso y luego la habían atacado. El XIII estaba de acuerdo con ella.
Él se presentó como Madness; lo cual arrancó una risa casi histérica por parte del Loco sentado en su hombro, y señaló a su perro como Apolo cosa que hizo que Kuro emitiera algo parecido a un ladrido, casi como si se estuviese presentando. Lobo confianzudo... Y de nuevo él recalcó que no quería problemas y se disculpó con ella. También Apolo se disculpó antes de que ambos personajes se retiraran a hacer nuevamente sus cosas.
Los ojos de la maga volvieron a ser negros, o más bien dicho, grisáceos, cuando sintió una ligera confusión al ver lo natural que se habían comportado con ella a pesar de todo. Lentamente, parpadeando una vez con incredulidad, bajó su arma hasta sostenerla con una sola mano y se les quedó viendo. Los dos pequeños lobos del Carro, curiosos por la sensación que les llegaba desde su ama, se volvieron a mirarla esperando alguna orden. El arcano XIII decidió retirarse por el momento mas el Loco seguí allí y observaba a esos dos personajes que tenían en frente con una curiosidad que iba mas allá de solo observar.
Tal vez nadie mas pudiera verlos, pero ella sí. Azhalea, al trabajar con los arcanos, podía distinguirlos a todos y verlos, así como tocarlos o hacerlos tangibles, como ocurría con Haku y Kuro que sostenían su invocación con un consumo mínimo de la magia de Az. Ella podía verlos siempre y por eso notó cuando, flotando y haciendo piruetas, el Loco salió de su hombro y se lanzó hacia adelante como si quisiera ir tras el joven de cabellos rojizos. La maga conocía mejor que nadie a ese arcano sin número, que podría ser tanto el principio como el final de las cartas de tarot, y con eso le alcanzaba para saber que no era buena idea.

-¡Alto allí!

Dijo en un tono de voz notable mientras avanzaba un paso y tomaba a la figura del Loco, que no era mas grande que la mitad de su antebrazo, por la ropa con solo dos dedos, deteniendo su avance.
Entonces lo notó, tenía una mano extendida y acusaba con los ojos al pequeño ser humanoide que tenía agarrado y era invisible para los demás, pero no solo eso, había hablado en voz alta y apostaba que al menos el perro lo había escuchado. El Arcano sin número comenzó a reír; algo que ella oía claramente, cuando sus mejillas se sonrojaron al saberse en una situación vergonzosa. Genial... ahora parecía que hablaba con el aire.

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