Mision Rango E: Reto del Bosque

¡RAS! Una vez más una maldita rama, previamente apartada, volvió a su sitio provocando un ligero pero molesto corte en el brazo del mago. Y ya iban siete. Y empezaba a opinar muy (pero muy) mal de los bosques y de sus familiares directos. Lo suyo eran las calles empedradas, las casas y los edificios, como mucho los desiertos. Un bosque era demasiado azaroso. Perdón, ¿he dicho azaroso? Quería decir h*** d* p***. Porque si esa rama hubiese estado en el camino hacia el suelo desde muchos metros de altura seguro que ya no era tan elástica, se abría roto y aquel que la agarrase se daría la mundial contra el suelo. Pero divago. Volvamos con Hans.

El rubio con motas negras en el pelo seguía avanzando, esquivando ramas vengativas. La misión consistía en hacer que un ent de tamaño medio volviese en sí. Según el anuncio estaba influido por magia negra, o algo así, y no había que matarlo. No sería un problema, con acertarle con un rayo somnífero o dos bastaría. El problema no era, pues, eliminar al ent. No, lo difícil sería encontrarlo. A ver, era un maldito bosque, lleno de árboles, de todos los tipos y tamaños. Ese bicho podría estar en cualquier parte, tanto en la otra punta como detrás del mago. A lo mejor hasta había sido él el que le hizo los cortes.

Tres cortes y cinco arañazos después, una piedra con ganas de molestar se interpuso entre el pie de Hans y el suelo, lo que concluyó en una cara marcada en el frío barro. El molde original se levantó y se limpió como pudo, cada vez de peor humor. Humor que se puso al rojo vivo cuando tuvo que abandonar la sucísima (y extremadamente cara) chaqueta en el barro, ya irrecuperable. Miró a su alrededor, buscando otra cosa en la que distraerse para no pensar en la pasta que tendría que gastarse. Lo que encontró no era nada especialmente emocionante, pero no estaba mal: un claro. Perfecto, así el ent no lo cogería por sorpresa. O sí, vete a saber, porque aún estaba bastante cabreado por la chaqueta. Bueno, todo se vería un poco más adelante. Mientras tanto, el mago de rayo se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, intentando limpiar el barro de la estropeada prenda amarilla y negra.