Miscalculation. [ Remilia]
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Miscalculation. [ Remilia]
No, no, no, no, no! En absoluto! Luego de suspirar con un aplomo de proporciones infinitas, Zephyroth descartó el libro como si de basura se tratase, dejándolo en la mesa. Puede que Shirotsume sea famosa por sus bares y restaurantes, pero en materia intelectual dejaba mucho que desear. Negó con la cabeza mientras, ahora sí, ponía algo de atención a lo que le rodeaba. La biblioteca estaba prácticametne desierta, siendo él la única alma errante por esos lugares. Había terminado un trabajo hacía no mucho y por esas cuestiones de la vida se decidió a "probar" suerte en aquel lugar, encontrándose con una clara desepción. Con razón no hay nadie, con semejantes libros... Ni la recepcionista supo atenderlo bien, quizá porque usó un lenguaje muy técnico o, como le gusta decir a él, muy elevado. Volvió su vista a la tapa del ejemplar. "Cuestiones teóricas a cerca de la magia de estrictura". Tal vez fue un poco injusto ir directamente al área en donde tenía mayor dominio, pero era algo innerte en él. De cualquier forma, ya no importaba: en cuestión de horas partiría hacia la base de su gremio, en busca de otra misión o bien para inmiscuirse como era costumbre en sus libros.
Agarró la tasa de café, algo pensativo, mientras probaba un sorbo del humenate líquido. Lo único rescatable del establecimiento era su tranquilidad. Si tan solo tuviera algo con qué aprovecharla... Se encogió de hombros, apoyando la tasa sobre la superficie de madera. No iba a seguir lamentándose por algo tran trivial, no tenía sentido.
Agarró la tasa de café, algo pensativo, mientras probaba un sorbo del humenate líquido. Lo único rescatable del establecimiento era su tranquilidad. Si tan solo tuviera algo con qué aprovecharla... Se encogió de hombros, apoyando la tasa sobre la superficie de madera. No iba a seguir lamentándose por algo tran trivial, no tenía sentido.
Zephyroth- Mago Clase E
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Re: Miscalculation. [ Remilia]
Otros preguntarían, ¿Y para qué más libros? La biblioteca de Scarlet House era lo suficientemente grande y enriquecida de historias y ensayos como para que una chica de unos escasos 13 años de edad pudiera entretenerse, ya fuera con una novela de investigación policíaca, o incluso historia de la magia de tiempos aquellos cuando los dragones recién llegaron a Fiore. Aquel entretenimiento se daría fácilmente para una chica común, que recién se introduce en el mundo real, fuera de fantasías infantiles. No para Remilia, aquella chica de cabello blanco azulado y orbes color escarlata.
Tap, tap, tap, tap. Sus dedos golpeaban impacientes el mostrador de la bilbioteca de Shirotsume. "Debería bastar con un solo toque de la campanilla" pensó, con rostro de tener prisa, mirando impaciente la pequeña puerta de madera que se encontraba detrás del mostrador, el pequeño cuarto de descanso de la bibliotecaria. Por si sola Remilia no lograba alcanzar la altura del mostrador, se encontraba de pie en lo que parecía ser un alzamiento del suelo, en el que un sello mágico color escarlata permanecía. Tap tap tap.
~No tome importancia, señorita, buscaré por mi misma libros de interés. Espero que sea despedida.
Su tono incluía soberbia, sarcasmo y por sobre todo, molestia. Remilia no tomaba gusto de aquella clase de personas, que además de no valorar su pobre vocación, no le tomaran en serio a ella. De un pequeño salto bajó del escalón creado por ella misma, y el suelo se niveló. Sus rojos zapatos de vestir hicieron resonar el suelo de madera de la biblioteca, igualmente cuando comenzó a caminar a paso acelerado, buscando la sección de Historia de la Magia entre las grandes estanterías del establecimiento.
Tap, tap, tap, tap. Sus dedos golpeaban impacientes el mostrador de la bilbioteca de Shirotsume. "Debería bastar con un solo toque de la campanilla" pensó, con rostro de tener prisa, mirando impaciente la pequeña puerta de madera que se encontraba detrás del mostrador, el pequeño cuarto de descanso de la bibliotecaria. Por si sola Remilia no lograba alcanzar la altura del mostrador, se encontraba de pie en lo que parecía ser un alzamiento del suelo, en el que un sello mágico color escarlata permanecía. Tap tap tap.
~No tome importancia, señorita, buscaré por mi misma libros de interés. Espero que sea despedida.
Su tono incluía soberbia, sarcasmo y por sobre todo, molestia. Remilia no tomaba gusto de aquella clase de personas, que además de no valorar su pobre vocación, no le tomaran en serio a ella. De un pequeño salto bajó del escalón creado por ella misma, y el suelo se niveló. Sus rojos zapatos de vestir hicieron resonar el suelo de madera de la biblioteca, igualmente cuando comenzó a caminar a paso acelerado, buscando la sección de Historia de la Magia entre las grandes estanterías del establecimiento.
Remilia Scarlet- Mago Clase E
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Re: Miscalculation. [ Remilia]
El sol, en su eterno recorrido, ya estaba llegando a su cenit, haciendo que el reloj marcaran las 11:56 am. La mañana ya se había pasado con cierta rapidez y, en una biblioteca de dudosa calidad literaria, lo único que podía ponerse a hacer era tratar de encontrar buenos materiales, como si de una búsqueda de tesoros se tratase. Tarea algo imposible para un simple hombre si se tiene en cuenta la cantidad de libros con los que la institución contaba, pero Zephyroth, por varias razones, distaba mucho de considerarse normal, o al menos él siempre lo vio de esa forma.
Habían pasado dos horas desde que terminó su café y en todo ese tiempo no hizo más que ir por los pasillos con ojo de águila seleccionando posibles “buenos candidatos” para luego ponerlos en uno de esos carritos, generalmente usado por el personal de la biblioteca, e instalarse en un lugar del edificio a revisarlos uno por uno. Uno podía caminar por las largas e inhóspitas estanterías de la biblioteca sin encontrarse con nadie ni nada extraño, pero al llegar a la sección de Historia de la Magia se podría contemplar una enorme cantidad de libros, textos, pergaminos y demás tirados por el piso y, en el medio, al lado de dicho carrito, a Zephyroth allí parado, pasando con considerable rapidez de un ejemplar a otro. Parecía ciertamente una máquina, con su sobretodo doblado sobre el manubrio en forma de tuvo del carrito y con su camisa desabrochada en el botón de arriba desabrochado por el calor, pasando de hoja en hoja con increíble agilidad.
No se escuchaba ningún ruido, ni siquiera el del papel al ser manipulado con “maestría” por el insaciable lector. Se había topado con algo que prometía bastante y, absorto, se había transportado al mundo que las palabras representaban en su mente. El flujo de la energía mágica a través del cuerpo, lo que en definitiva permite a los magos materializarla de las diversas formas en que lo hacen, está regida no por el caos y la aleatoriedad, sino por un estricto sistema de “puntos puentes” localizados en lugares específicos del cuerpo. Estos coinciden con los llamados “puntos de acupresión” debido a tap tap tap... No pudo evitar levantar una ceja. En el silencio abismal de la biblioteca, incluso el más leve sonido podría percibirse y, para el mago y su extrema concentración, cualquier distracción se presentaría de forma exagerada. Miró a su alrededor, tratando de identificar la fuente. Lo más probable es que haya sido la inepta de la bibliotecaria. Cuando finalmente volvió a lo suyo: tap tap tap. Ya era el colmo. Más allá de que su semblante no mostrara emoción alguna, en su interior una pequeña esfera de molestia e irritación iba creciendo a pasos agigantados. A punto de quejarse por semejante “sacrilegio”, la voz que habló le detuvo de hacerlo. Un tercero se había unido a la escena, alguien que por su tono era claramente una mujer y, más específicamente, una muy joven, quizá demasiado para la clara soberbia y el crudo sarcasmo que conllevaba.
Trató de olvidarse de la situación. Seguramente la chica encontraría lo que necesitara y luego se iría o se pondría a leer en silencio. Uno se puede imaginar que si el simple hecho de golpear la madera con los dedos se escuchaba de tal forma, el resonar de los tacos en el viejo piso de madera a un ritmo acelerado se asemejaba un tiroteo. Dentro de la cabeza del hombre, la pelotita mencionada anteriormente lucía más como un astro celeste. Tratando de concentrarse sin logro alguno, despegó la cara del libro y lo cerró estrepitosamente. Era demasiado extraño que Zephyroth perdiera los estribos y, de hecho, su cara aun mantenía, en general, un semblante calmo, pero la paciencia ya la había dejado atrás hace mucho tiempo.
-¿Acaso no tienes que ir jugar con tus amigas o ir a la escuela en vez de estar vagando por la biblioteca? –su voz claramente fue lo suficientemente fuerte como para ser escuchada. Sin embargo, su tono apenas denotaba irritación, ya que estaba marcado por la indiferencia. Aun no había tenido contacto visual con el individuo al que se dirigía, pero por el sonar de los tacos, sabía que se estaba aproximando. Naturalmente, no tenía idea a quién le estaba hablando y quizá estaba desatando la ira de los Titanes. Realmente no sabía qué esperar luego de sus palabras. Ella podría sentirse ofendida por sus palabras e irse (escenario ideal) o sentirse herida por sus palabras e irse llorando (escenario ideal). Después de todo, estaba lidiando con una “chica cualquiera”, aunque fue un poco extraño el modo en que se dirigió a la recepcionista. Si se hubiera puesto a pensar un poco mejor la situación, se hubiera dado cuenta de que estaba cometiendo un gran error, pero en vez de eso optó por retomar su lectura, dejando su suerte a quién sabe qué dios.
Habían pasado dos horas desde que terminó su café y en todo ese tiempo no hizo más que ir por los pasillos con ojo de águila seleccionando posibles “buenos candidatos” para luego ponerlos en uno de esos carritos, generalmente usado por el personal de la biblioteca, e instalarse en un lugar del edificio a revisarlos uno por uno. Uno podía caminar por las largas e inhóspitas estanterías de la biblioteca sin encontrarse con nadie ni nada extraño, pero al llegar a la sección de Historia de la Magia se podría contemplar una enorme cantidad de libros, textos, pergaminos y demás tirados por el piso y, en el medio, al lado de dicho carrito, a Zephyroth allí parado, pasando con considerable rapidez de un ejemplar a otro. Parecía ciertamente una máquina, con su sobretodo doblado sobre el manubrio en forma de tuvo del carrito y con su camisa desabrochada en el botón de arriba desabrochado por el calor, pasando de hoja en hoja con increíble agilidad.
No se escuchaba ningún ruido, ni siquiera el del papel al ser manipulado con “maestría” por el insaciable lector. Se había topado con algo que prometía bastante y, absorto, se había transportado al mundo que las palabras representaban en su mente. El flujo de la energía mágica a través del cuerpo, lo que en definitiva permite a los magos materializarla de las diversas formas en que lo hacen, está regida no por el caos y la aleatoriedad, sino por un estricto sistema de “puntos puentes” localizados en lugares específicos del cuerpo. Estos coinciden con los llamados “puntos de acupresión” debido a tap tap tap... No pudo evitar levantar una ceja. En el silencio abismal de la biblioteca, incluso el más leve sonido podría percibirse y, para el mago y su extrema concentración, cualquier distracción se presentaría de forma exagerada. Miró a su alrededor, tratando de identificar la fuente. Lo más probable es que haya sido la inepta de la bibliotecaria. Cuando finalmente volvió a lo suyo: tap tap tap. Ya era el colmo. Más allá de que su semblante no mostrara emoción alguna, en su interior una pequeña esfera de molestia e irritación iba creciendo a pasos agigantados. A punto de quejarse por semejante “sacrilegio”, la voz que habló le detuvo de hacerlo. Un tercero se había unido a la escena, alguien que por su tono era claramente una mujer y, más específicamente, una muy joven, quizá demasiado para la clara soberbia y el crudo sarcasmo que conllevaba.
Trató de olvidarse de la situación. Seguramente la chica encontraría lo que necesitara y luego se iría o se pondría a leer en silencio. Uno se puede imaginar que si el simple hecho de golpear la madera con los dedos se escuchaba de tal forma, el resonar de los tacos en el viejo piso de madera a un ritmo acelerado se asemejaba un tiroteo. Dentro de la cabeza del hombre, la pelotita mencionada anteriormente lucía más como un astro celeste. Tratando de concentrarse sin logro alguno, despegó la cara del libro y lo cerró estrepitosamente. Era demasiado extraño que Zephyroth perdiera los estribos y, de hecho, su cara aun mantenía, en general, un semblante calmo, pero la paciencia ya la había dejado atrás hace mucho tiempo.
-¿Acaso no tienes que ir jugar con tus amigas o ir a la escuela en vez de estar vagando por la biblioteca? –su voz claramente fue lo suficientemente fuerte como para ser escuchada. Sin embargo, su tono apenas denotaba irritación, ya que estaba marcado por la indiferencia. Aun no había tenido contacto visual con el individuo al que se dirigía, pero por el sonar de los tacos, sabía que se estaba aproximando. Naturalmente, no tenía idea a quién le estaba hablando y quizá estaba desatando la ira de los Titanes. Realmente no sabía qué esperar luego de sus palabras. Ella podría sentirse ofendida por sus palabras e irse (escenario ideal) o sentirse herida por sus palabras e irse llorando (escenario ideal). Después de todo, estaba lidiando con una “chica cualquiera”, aunque fue un poco extraño el modo en que se dirigió a la recepcionista. Si se hubiera puesto a pensar un poco mejor la situación, se hubiera dado cuenta de que estaba cometiendo un gran error, pero en vez de eso optó por retomar su lectura, dejando su suerte a quién sabe qué dios.
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Re: Miscalculation. [ Remilia]
Aquellos mocasines rojos que cubrían perfectamente los pequeños pies de la joven Remilia, y además de eso quedaban en perfecto conjunto a los listones accesorios del sombrero, mangas y cinturón, resonaban en el suelo al punto de romper el silencio de cualquier lugar de la biblioteca que se encontrara en total paz en aquel mismo instante. Además, las delgadas, níveas y cortas piernas de la chica de ojos escarlata hacían que la cantidad de pasos para poder alcanzar su destino fueran el doble, comparando con una persona de estatura promedio. Aunque la chica intentara en todo momento cubrirse con una máscara de total cortesía ante la mayoría de las personas, manteniendo por completo su comportamiento y neutralidad, a veces sus propias acciones inconscientes le hacían quedar como maleducada.
Y no es que se esperara un alma más en aquel establecimiento, además que ella misma y la bibliotecaria. Recorrió por una línea imaginaria el frente de la mitad de los pasillos, dando un vistazo a un par de títulos de algunos libros de cada estante de libros, organizando en su mente las secciones de la biblioteca y, según su criterio, acercándose hacia el lugar en donde debería estar ubicada la sección de Historia de la Magia. Al escuchar una voz masculina adulta refiriéndose a ella de una manera tan maleducada, sus pupilas se dilataron un poco. El único cambio de rasgo que se notó en su rostro, de resto parecía tallada en mármol.
~Disculpe si no relleno las expectativas que posee de una chica común, pero no me rebajaría a eso.
Esta vez su tono fue completamente como su rostro: Inexpresivo y frío. Curiosamente el origen de la voz se ubicaba aproximadamente en el mismo lugar que mentalmente lograba ubicar para la sección de Historia de la Magia. Se cuestionó por un momento si el sujeto dueño de aquella voz le sería un estorbo para la búsqueda y realización de su lectura recreativa, pero decidió no tomar importancia de aquello. Si el hombre realmente estaba interesado en su lectura, como indicaba la manera de ordenar sus palabras, buscando un insulto para espantar a Remilia, no se presentaría como una incomodidad.
Tap, tap, tap. Casi de la misma manera resonaban sus mocasines, más al cruzar hacia la estantería de libros en la que se encontraban los libros del género que buscaba. Examinó la apariencia del hombre con una mirada rápida: vestimenta de colores insípidos y de la misma gamma blanco y negro, cabello del mismo color y un rostro relativamente común, de entre 23 y 30 años aproximadamente. Observó la portada del libro que hojeaba, y al parecer relativamente llamativa, se acercó con sus cortos pasos; al estar lo suficientemente cerca alzó un poco el libro con su nívea mano, alcanzando a ver el título. "Si llega a comprender este nivel de lectura, no es tan idiota como su intento de expulsarme..." Levantó la vista, realizó un corto contacto visual con el hombre, y desvió su atención a los títulos del estante más cercano.
~¿Podría terminar rápidamente con su lectura? El resto de la selección no es de siquiera calidad y utilidad comparable.
Su tono de voz parecía completamente carente y ajeno a alguna expresión existente, era como si se tratara de una pequeña muñeca de porcelana, de aquellas que visten con vestidos de estilos aristocráticos y de rasgos infantiles. Sus ojos asemejados a rubíes exploraban por segunda vez la estantería, esperando extraer algo que no haya notado la primera vez.
Y no es que se esperara un alma más en aquel establecimiento, además que ella misma y la bibliotecaria. Recorrió por una línea imaginaria el frente de la mitad de los pasillos, dando un vistazo a un par de títulos de algunos libros de cada estante de libros, organizando en su mente las secciones de la biblioteca y, según su criterio, acercándose hacia el lugar en donde debería estar ubicada la sección de Historia de la Magia. Al escuchar una voz masculina adulta refiriéndose a ella de una manera tan maleducada, sus pupilas se dilataron un poco. El único cambio de rasgo que se notó en su rostro, de resto parecía tallada en mármol.
~Disculpe si no relleno las expectativas que posee de una chica común, pero no me rebajaría a eso.
Esta vez su tono fue completamente como su rostro: Inexpresivo y frío. Curiosamente el origen de la voz se ubicaba aproximadamente en el mismo lugar que mentalmente lograba ubicar para la sección de Historia de la Magia. Se cuestionó por un momento si el sujeto dueño de aquella voz le sería un estorbo para la búsqueda y realización de su lectura recreativa, pero decidió no tomar importancia de aquello. Si el hombre realmente estaba interesado en su lectura, como indicaba la manera de ordenar sus palabras, buscando un insulto para espantar a Remilia, no se presentaría como una incomodidad.
Tap, tap, tap. Casi de la misma manera resonaban sus mocasines, más al cruzar hacia la estantería de libros en la que se encontraban los libros del género que buscaba. Examinó la apariencia del hombre con una mirada rápida: vestimenta de colores insípidos y de la misma gamma blanco y negro, cabello del mismo color y un rostro relativamente común, de entre 23 y 30 años aproximadamente. Observó la portada del libro que hojeaba, y al parecer relativamente llamativa, se acercó con sus cortos pasos; al estar lo suficientemente cerca alzó un poco el libro con su nívea mano, alcanzando a ver el título. "Si llega a comprender este nivel de lectura, no es tan idiota como su intento de expulsarme..." Levantó la vista, realizó un corto contacto visual con el hombre, y desvió su atención a los títulos del estante más cercano.
~¿Podría terminar rápidamente con su lectura? El resto de la selección no es de siquiera calidad y utilidad comparable.
Su tono de voz parecía completamente carente y ajeno a alguna expresión existente, era como si se tratara de una pequeña muñeca de porcelana, de aquellas que visten con vestidos de estilos aristocráticos y de rasgos infantiles. Sus ojos asemejados a rubíes exploraban por segunda vez la estantería, esperando extraer algo que no haya notado la primera vez.
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Re: Miscalculation. [ Remilia]
Bueno, al menos estamos de acuerdo en algo... Pensó efímeramente al oír el comentario acerca de la calidad del libro que estaba teniendo en su mano. Luego de escuchar su primera respuesta, era más que claro que no se trataba de una chica normal y corriente ya que, de ser ese el caso, no sería capaz de articular frases de esa forma.
Sabido era que no iba a poder continuar con su lectura en un futuro cercano, por lo que se rindió en su intento y esperó a ver la reacción de su interlocutora. Localizándola mentalmente por el sonido de sus pasos, dirigió su mirada hacia el extremo por el cual la joven aparecería. Cuando finalmente lo hizo, Zephyroth se sorprendió de ver a una muñeca de porcelana andante. Aquellos orbes rubíes con los cuales sus grises e insípidos ojos se habían encontrado en un momento fugaz le llamaban la atención. Su vestimenta, su postura, su forma de caminar, su expresión inmutable, su... “aura de delicadeza”, terminaban de completar aquel aspecto de fantasía. La siguió con la vista mientras ella se hacía paso por el desorden de libros y pergaminos tirados, de manera tan indiferente, hasta quedar posicionada en frente suyo. Naturalmente, en todo el trayecto su semblante no varió en absoluto, dedicándose a mantener una actitud observadora, atento a la conducta de la chica.
Mientras toda la acción ocurría, nadie pronunció palabra. Ambos estaban ocupados en sus tareas, la chica en revisar los libros con una mirada objetiva, y el hombre en detallar cada uno de sus movimientos. Cuando agarró el libro para ver qué decía la portada, no puso resistencia alguna, ya que, de momento, no la consideraba como amenaza. Claro, no estaba ni remotamente cerca de preguntarse si ella poseía habilidades mágicas, pero solo el tiempo se encargaría de modificar eso. Luego de una segunda cruzada de miradas, realizó dicho comentario que de por sí revelaba muchas cosas.
-Debo decir que no he visto muchas jóvenes de tu edad con semejante capacidad crítica en materia de libros –comenzaron a salir de su boca tales palabras, en un tono normal, no indiferente, aunque denotando levemente algo de escepticismo-. Para en tan poco tiempo poder realizar un análisis tan detallado y deducir que éste es el único ejemplar con verdadero valor intelectual debe poseer bastantes conocimientos sobre magia, más allá de que mi comentario sea un tanto obvio.
En la mente del mago, las posibilidades de la situación ya estaban planteadas. O se trataba de una magia de cambio de forma y se encontraba frente a una experimentada maga que para no llamar la atención se hacía pasar por una pre-púber; o se trataba de una chica con increíbles conocimientos de magia y un intelecto muy superior o se trataba de una chica de alrededor de 12 años con un intelecto superior, grandes conocimientos sobre la materia y que era una gran maga. No hacía falta decir que la primera era la más probable.
-Sin embargo –continuó inmediatamente-, creo que al llegar primero a este libro tengo todo el derecho de leerlo con la tranquilidad que desee. Eso no implica que no esté dispuesto a dárselo, naturalmente, pero únicamente si logra demostrarme aquella habilidad intelectual que por ahora aparenta.
Ciertamente, estaba intrigado por la persona con la quien estaba hablando. Se diese cualquiera de las tres posibilidades que había planteado, estaba claro que su gran conocimiento era algo seguro, pero tenía que averiguar hasta qué punto. Tal vez podría aprovechar lo que sabía para aprenderlo él u obligarla para que le dijese todos sus secretos. No importaba el caso o el método, mientras pudiera adquirir sabiduría.
Sabido era que no iba a poder continuar con su lectura en un futuro cercano, por lo que se rindió en su intento y esperó a ver la reacción de su interlocutora. Localizándola mentalmente por el sonido de sus pasos, dirigió su mirada hacia el extremo por el cual la joven aparecería. Cuando finalmente lo hizo, Zephyroth se sorprendió de ver a una muñeca de porcelana andante. Aquellos orbes rubíes con los cuales sus grises e insípidos ojos se habían encontrado en un momento fugaz le llamaban la atención. Su vestimenta, su postura, su forma de caminar, su expresión inmutable, su... “aura de delicadeza”, terminaban de completar aquel aspecto de fantasía. La siguió con la vista mientras ella se hacía paso por el desorden de libros y pergaminos tirados, de manera tan indiferente, hasta quedar posicionada en frente suyo. Naturalmente, en todo el trayecto su semblante no varió en absoluto, dedicándose a mantener una actitud observadora, atento a la conducta de la chica.
Mientras toda la acción ocurría, nadie pronunció palabra. Ambos estaban ocupados en sus tareas, la chica en revisar los libros con una mirada objetiva, y el hombre en detallar cada uno de sus movimientos. Cuando agarró el libro para ver qué decía la portada, no puso resistencia alguna, ya que, de momento, no la consideraba como amenaza. Claro, no estaba ni remotamente cerca de preguntarse si ella poseía habilidades mágicas, pero solo el tiempo se encargaría de modificar eso. Luego de una segunda cruzada de miradas, realizó dicho comentario que de por sí revelaba muchas cosas.
-Debo decir que no he visto muchas jóvenes de tu edad con semejante capacidad crítica en materia de libros –comenzaron a salir de su boca tales palabras, en un tono normal, no indiferente, aunque denotando levemente algo de escepticismo-. Para en tan poco tiempo poder realizar un análisis tan detallado y deducir que éste es el único ejemplar con verdadero valor intelectual debe poseer bastantes conocimientos sobre magia, más allá de que mi comentario sea un tanto obvio.
En la mente del mago, las posibilidades de la situación ya estaban planteadas. O se trataba de una magia de cambio de forma y se encontraba frente a una experimentada maga que para no llamar la atención se hacía pasar por una pre-púber; o se trataba de una chica con increíbles conocimientos de magia y un intelecto muy superior o se trataba de una chica de alrededor de 12 años con un intelecto superior, grandes conocimientos sobre la materia y que era una gran maga. No hacía falta decir que la primera era la más probable.
-Sin embargo –continuó inmediatamente-, creo que al llegar primero a este libro tengo todo el derecho de leerlo con la tranquilidad que desee. Eso no implica que no esté dispuesto a dárselo, naturalmente, pero únicamente si logra demostrarme aquella habilidad intelectual que por ahora aparenta.
Ciertamente, estaba intrigado por la persona con la quien estaba hablando. Se diese cualquiera de las tres posibilidades que había planteado, estaba claro que su gran conocimiento era algo seguro, pero tenía que averiguar hasta qué punto. Tal vez podría aprovechar lo que sabía para aprenderlo él u obligarla para que le dijese todos sus secretos. No importaba el caso o el método, mientras pudiera adquirir sabiduría.
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Re: Miscalculation. [ Remilia]
Recorrió por tercera vez los lomos de los libros con sus orbes rojos, recreando mentalmente al autor si le conocía, e incluso a las editoriales de los libros que poseían. La gran mayoría o bien, los había leído anteriormente en alguna otra bilbioteca, ya fuera de su ciudad origen o en sus alrededores, o ella misma era poseedora de ellos en la biblioteca de Scarlet House. Y conocía muchos autores de los libros que aún no leía, ya fuera de otras obras, o de menciones de los mismos en referencias ajenas a las suyas. Solo en aquella vez logró percatarse de un libro, poco llamativo el lomo y apenas legible el título desde aquel ángulo, pero de uno de sus escritores favoritos, un hombre con una técnica de narración impecable llamado Khalil Gibran; ejemplar allí empolvado y colocado en la repisa más alta de la estantería. Sus ojos morstraron gesto de triunfo en aquel momento, aunque en su rostro no se manifestara otro cambio.
Exteriormente parecía no percatarse de que hubiera una segunda presencia allí, aparte de la propia, sus ojos estaban fijos en aquel libro que reposaba fuera del alcance de sus cortos y níveos brazos. Pero escuchaba atentamente las palabras del hombre, oía muy bien como endulzaba su insolencia y subestimación por Remilia con halagos que para ella eran una verdad tan clara que no era necesario recordarla. No sabía si reír ante aquellos comentarios o irritarse, así que decidió solo sonreír. Cambió el objetivo de su mirada desde los libros a los grises ojos del hombre. Aquel gesto sobre el rostro angelical e inmaculado podría llegar a conmover a cualquier persona que se hubiera limitado solo a mirarla, quién sabe si la misma reacción se desencadenaría en el que ahora miraba.
~No me es necesario el demostrar mi naturaleza a algún desconocido, y muchísimo menos si esto no me trae algún beneficio concreto. ¿Qué me puede asegurar que al mi persona dar a conocer su capacidad intelectual, usted me entregará el libro?
Se colocó de frente nuevamente al librero, y apartó un poco los pergaminos del suelo con un pié, tal y como si este se tratara de algo tan frágil como una pluma, y tan grácil como solo ella misma podría ser. En cuanto juntó sus dos pies firmemente en el suelo, en la misma posición en la que permanecía de pié normalmente, desde la suela de sus mocasines surgió un leve brillo rojizo como sus ojos.
~Si me disculpa.
El suelo de madera se alzó en el mismo punto en el que los pies de la chica de cabellos azules hacían contacto con éste, a una velocidad a la que cualquier pesona podría caer. Pero ella no. El suelo se alzó de una manera que parecía estirado, y sobre éste Remilia tomaba con un equilibrio increible el ejemplar que había localizado. Lo sostuvo con ambas manos y bajó el suelo a la misma velocidad a la que subió. Su vestimenta no presentó movimiento alguno en la tela, más que su sombrero, y algo apenas notable.
Sacudió un poco la portada del libro con su pequeña mano izquierda, y al notar una gruesa capa de polvo que se desprendía fáculmente de ésta, un soplido surgió de los labios de Remilia, removiendo el aire las motas de polvo que se encontraban sobre el ejemplar. Su sonrisa se deshizo, miró por un segundo más los ojos grises del hombre al que aún desconocía su nombre y luego le dio la espalda, en busca con la mirada de un lugar en el qué sentarse plácidamente y leer.
Exteriormente parecía no percatarse de que hubiera una segunda presencia allí, aparte de la propia, sus ojos estaban fijos en aquel libro que reposaba fuera del alcance de sus cortos y níveos brazos. Pero escuchaba atentamente las palabras del hombre, oía muy bien como endulzaba su insolencia y subestimación por Remilia con halagos que para ella eran una verdad tan clara que no era necesario recordarla. No sabía si reír ante aquellos comentarios o irritarse, así que decidió solo sonreír. Cambió el objetivo de su mirada desde los libros a los grises ojos del hombre. Aquel gesto sobre el rostro angelical e inmaculado podría llegar a conmover a cualquier persona que se hubiera limitado solo a mirarla, quién sabe si la misma reacción se desencadenaría en el que ahora miraba.
~No me es necesario el demostrar mi naturaleza a algún desconocido, y muchísimo menos si esto no me trae algún beneficio concreto. ¿Qué me puede asegurar que al mi persona dar a conocer su capacidad intelectual, usted me entregará el libro?
Se colocó de frente nuevamente al librero, y apartó un poco los pergaminos del suelo con un pié, tal y como si este se tratara de algo tan frágil como una pluma, y tan grácil como solo ella misma podría ser. En cuanto juntó sus dos pies firmemente en el suelo, en la misma posición en la que permanecía de pié normalmente, desde la suela de sus mocasines surgió un leve brillo rojizo como sus ojos.
~Si me disculpa.
El suelo de madera se alzó en el mismo punto en el que los pies de la chica de cabellos azules hacían contacto con éste, a una velocidad a la que cualquier pesona podría caer. Pero ella no. El suelo se alzó de una manera que parecía estirado, y sobre éste Remilia tomaba con un equilibrio increible el ejemplar que había localizado. Lo sostuvo con ambas manos y bajó el suelo a la misma velocidad a la que subió. Su vestimenta no presentó movimiento alguno en la tela, más que su sombrero, y algo apenas notable.
Sacudió un poco la portada del libro con su pequeña mano izquierda, y al notar una gruesa capa de polvo que se desprendía fáculmente de ésta, un soplido surgió de los labios de Remilia, removiendo el aire las motas de polvo que se encontraban sobre el ejemplar. Su sonrisa se deshizo, miró por un segundo más los ojos grises del hombre al que aún desconocía su nombre y luego le dio la espalda, en busca con la mirada de un lugar en el qué sentarse plácidamente y leer.
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Re: Miscalculation. [ Remilia]
Toda la situación era bastante extraña. No se decían mucho y las palabras que salían de sus bocas aprecían estar más fríamente calculadas que las ecuaciones complejas, como si se tratase de un partido de ajedrez, pero de diplomacia. En un momento dado, los rojizos ojos de la joven parada delante de él parecieron quedarse contemplando un libro en las alturas de la estantería. Zephyroth se hubiera interesado en descubrir que le llamaba tanto la atención, pero sería una perdida de tiempo. Ya había revisado todos los libros y sabía que no había nada de su interés. Cuando por fin terminó el hechizo que el ejemplar desconocido había causado sobre su interlocutora, ésta la miró, cruzándose de vuelta sus ojos. Le sonrió por alguna razón en particular, cosa que no pasó muy percibido por el mago oscuro. No era que no se daba cuenta de la sensación de pureza y ternura que se desprendían de aquel gesto, simplemente nos los tomaba como pertinentes para lo que realmente importaban, a tal grado llegaba su nivel de lógica pura.
Las consiguientes palabras no fueron de gran agrado para el oscuro, pero más que nada por que "frustraban" sus planes para averiguar qué grado de inteligencia y conocimientos poseía la chica. Por otro lado, al principio no tenía sentido que su interés por el libro que él sujetaba en sus manos se haya desvanecido, pero luego obtuvo más peso al recordar el otro que se quedó viendo. Siguiéndola con la mirada, sus sospechas se volvieron realidad cuando, con un hechizo se elevó por los estantes de la biblioteca en busca de su preciado tesoro. Quedaba descartada la idea de que la chica no poseyera magia. De la misma forma en que se había alzado por el aire, descendió sin inmutar su postura en lo más mínimo. Al menos tenía una coordinación considerable. Naturalmente, durante todo aquel tiempo no movió un simple músculo, no lo veía necesario. Sus miradas se volvieron a cruzar, mientras ella se excusaba para retirarse, dándole la espalda.
En su mente cruzó varias veces la posiblidad de detenerla, hablarle, preguntarle su nombre, de qué gremio era, como también cruzaron las interrogantes de qué sentido tenía molestarse en hacerlo. Cuando vio efímeramente el libro que ella había escogido como sustituto del suyo, se despreocupó por completo. Ya lo había leído y, de hecho lo tenía en su colección. Para cuando se dio cuenta, ya se había alejado lo suficiente como para minimizar cualquier intento de retomar la charla. Había sido un encuentro casi sin sentido y pensaba que nunca más la volvería a ver. En la gran ecuación que reinaba su vida, la chica de ojos rubíes había sido un pequeño error, a miscalculation.
Las consiguientes palabras no fueron de gran agrado para el oscuro, pero más que nada por que "frustraban" sus planes para averiguar qué grado de inteligencia y conocimientos poseía la chica. Por otro lado, al principio no tenía sentido que su interés por el libro que él sujetaba en sus manos se haya desvanecido, pero luego obtuvo más peso al recordar el otro que se quedó viendo. Siguiéndola con la mirada, sus sospechas se volvieron realidad cuando, con un hechizo se elevó por los estantes de la biblioteca en busca de su preciado tesoro. Quedaba descartada la idea de que la chica no poseyera magia. De la misma forma en que se había alzado por el aire, descendió sin inmutar su postura en lo más mínimo. Al menos tenía una coordinación considerable. Naturalmente, durante todo aquel tiempo no movió un simple músculo, no lo veía necesario. Sus miradas se volvieron a cruzar, mientras ella se excusaba para retirarse, dándole la espalda.
En su mente cruzó varias veces la posiblidad de detenerla, hablarle, preguntarle su nombre, de qué gremio era, como también cruzaron las interrogantes de qué sentido tenía molestarse en hacerlo. Cuando vio efímeramente el libro que ella había escogido como sustituto del suyo, se despreocupó por completo. Ya lo había leído y, de hecho lo tenía en su colección. Para cuando se dio cuenta, ya se había alejado lo suficiente como para minimizar cualquier intento de retomar la charla. Había sido un encuentro casi sin sentido y pensaba que nunca más la volvería a ver. En la gran ecuación que reinaba su vida, la chica de ojos rubíes había sido un pequeño error, a miscalculation.
Zephyroth- Mago Clase E
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