Diversion nunca esta de mas [Priv: Madnees/Lyra]

En cuanto Mad me propuso ir a pasar el día en Akane Resort poco le faltó para morir estrangulado bajo mi abrazo. Llevaba tiempo queriendo ir a aquel lugar, hasta había hecho una lista de cosas que hacer, aunque después la habia desechado pensando en la motivación extrema a la que estaba sometida. Me había dicho que me pasara por la recepción para dar mi nombre y luego que fuera por la zona de casinos. Seguí sus instrucciones al pie de la letra, es mas,hasta me había vestido de una manera bastante diferente por ser aquel día. Caminé por el lugar hasta dar con la recepción, portando una mochila para cuando decidiéramos ir a la piscina, lo cual me hacía mucha ilusión. Estuve un rato para frente al enorme cartel que mostraba el mapa del lugar, nunca había sido buena con la orientación, y menos con los mapas, los cuales ocupaban los primeros puestos en mi lista de odios. Al final terminé llegando al casino, pasados veinte minutos, entré y comencé a mirar a todos lados, buscando a Mad, incluso pregunté a una chica que estaba apuyada en una mesa mirando algo o a alguien con una sonrisa ridícula.
-Todas lo estan buscando- me dijo con sequedad- es el chico que esta en aquella mesa.
¿Todas? Claro, no me extrañaba en absoluto, pero al apartar a algunas fisgonas de detrás de Mad me permití un momento de satisfacción personal. Le di unos suaves golpecitos en el hombro para que se girara.
-Me gusta como te queda el traje- le dije suavemente mientras me ponía de puntillas y lo besaba en la mejilla- pero creo que no soy la única que se ha fijado.
Lancé una mirada a todas las que miraban a Mad y sonreí con dulzura.
-Lo siento,-dije aun sonriendo- es mio.
Me causó bastante gracia la manera en la que me miraron después de aquello, y como algunas se iban marchando, aquello sería divertido.

Spoiler:

Terminé por tomar la mano de Mad y lanzar una última mirada a aquellas molestas fisgonas que parecía decir: "Si no os largáis os muerdo". Tiré de él para sacarlo del casino casi a rastras, deseando exprimir aquel fantástico día al máximo. Saqué un pequeño mapa del lugar del bolsillo que me habían entregado a la entrada y comencé a mirar las actividades que podíamos realizar.
-Ah, podemos ir primero al parque de atracciones- dije señalando la entrada no muy lejos de nuestra posición- y después a la piscina.
Sonreí ampliamente y, tras tomar a Mad de la mano, corrí hacia la entrada, buscando instintivamente la atracción más grande para probar mi aguante. Al final, mis ojos se pararon en una montaña rusa de madera de nombre "Vértigo" la cual me llamó la atención de repente, de forma inexplicable. Aunque los parques de atracciones no me gustaban demasiado, traté de no hacerlo notar, ya que prefería otras cosas como las tiendas o la piscina, aunque sabía que a Mad no le haría ni pizca de gracia andar por ahi cargando con mis bolsas repletas de ropa. Aunque era agradable ir de la mano de Mad, con Apolo correteando y señalándolo todo entusiasmado. El día se presentaba un tanto caluroso, y los vendedores de parasoles y hielo hacían su agosto en aquellos días, llenando el aire con sus anuncios expresados a gritos, como si quien más gritara tuviera razón, aunque todo parecía estar en un universo ajeno a nosotros, como si estuviéramos en una burbuja.

No recordaba haber gritado tanto en toda mi vida, ni haber reido tanto, me dolían las comisuras de los labios de tanto sonreir, pero, por una vez, me alegre de sentir aquel dolor. Escuché a Mad decir que debíamos ir ya a la piscina, por lo que no perdí mas tiempo y comencé a caminar hacia la salida, aunque el chico se paró frente a un puesto de tiro, lo esperé con la cabeza ladeada. Cuando él llegó con aquel presente, poco me faltó para ponerme a llorar de la emoción, adoraba los peluches.
-Oh, Mad- dije al tiempo que abrazaba el oso como una niña pequeña y le besaba a él en la frente- gracias.
Nos dirigimos hacia las piscinas, yo entré como un rayo a los vestuarios para ponerme el traje de baño, uno de color azul y blanco. Apenas salí y tiré las cosas sobre el césped que rodeaba la piscina cada vez más vacía. Corrí hacia el agua, y me tiré haciendo un extraño tirabuzón en el aire, cayendo de cabeza limpiamente. Nadé hasta el borde de la piscina y salpiqué a Mad, quería hacerle enfadar o algo, me encantaban los intentos fallidos de aguadilla que intentaba hacerme todo el mundo.
-Venga, Mad, no querrás que tire al agua yo...
Aquello sería digno de ver, me alejé un poco, dándole la espalda y saltando de aqui para alla como una sirena, esperando que él se decidiera a venir.

Terminamos salpicándonos como niños pequeños y riendo a carcajadas, solo se nos oía a nosotros en toda la piscina, a la gente debió darle envidia aquella guerra porque comenzaron a salpicarse entre ellos también, al final, en aquella piscina solo se oían risas y el agua cayendo sobre los demás. Me acerqué a Mad y le puse la mano en la frente, se había golpeado la cabeza, aquello me pareció bastante adorable, mas bien por la expresión que había puesto antes de la guerra de agua, aunque la guerra no acababa ahí, el me había hundido en el agua y lo pagaría, por lo que esbocé una sonrisa y terminé por reír a carcajadas ya que no podía con su fuerza. Mi expresión lo decía todo, tratando de empujar sus hombros hacia abajo sin éxito.
-¡Maldita sea, Mad, no hagas tantos abdominales!- dije bromeando al tiempo que desistía y miraba el cielo.- voy a salir un rato para secarme antes de irnos.
Dicho esto me alejé para envolverme en la toalla y sentarme en el césped. Miré la hora, se me estaba pasando el día demasiado rápido. Para hacer tiempo hasta que Mad y Apolo salieran del agua, seguramente arrugados como garbanzos, saqué mi cuaderno de dibujo. Comencé por trazos sencillos, hasta dar forma a Madness y Apolo jugando en el agua, y sin querer, dibujé un helado en la mano de Apolo, comenzaba a tener hambre...

Al fin decidimos ir a cambiarnos, ciertamente lo agradecía, aunque aquella vez me tomé las cosas con más calma y salí al cabo de un rato del vestuario, aún con mi peluche de oso en brazos, con la mirada un tanto perdida y distraída. Agradecía el brazo de Mad con una sonrisa inocente. Comenzamos a caminar por el lugar, mirando a todos lados en busca de un restaurante de nuestro agrado, aunque había tantos que seguramente termináramos entrando en el primero, aunque solo sirvieran lechuga sin aliñar de pura hambre.
-Mira- dije señalando con la cabeza a uno de los restaurantes que no quedaba demasiado lejos del hotel- allí parece un buen lugar, no hay mucha gente y es elegante sin pasar por esperpento.
Leí el menú que figuraba fuera del local, parecía bastante aceptable, por lo que, miré a Mad, como diciendo "Ya, vamos a comer donde sea, aun que sea bajo un puente" El metre nos saludó, y ni siquiera preguntó si queríamos mesa para dos.
-Que sea de tres- dije señalando a Apolo con una sonrisa infantil- por favor.
En cuanto el camarero me ofreció la carta, literalmente se la arranqué de las manos y comencé a leerla, lanzando de vez en cuando, miradas furtivas a mis compañeros de mesa por encima del menú.

Miré la comida con ojos brillantes, nunca había visto tanta junta, en el mismo sitio, y solo para nosotros. Aquello era fantástico, aquel era mi lema "Yo no como para vivir, yo vivo para comer" y a pesar de aquello, seguía siendo delgada, ya que en realidad, no abusaba mucho de las comidas. Ataqué la carne sin piedad, aunque guardando las formas.
-Mmm, debería dejar sitio para los dulces- comenté sonriente a Mad mientras mordisqueaba un hueso ya blanquecino que no tenía más alimento que ofrecerme- desearía tener tres estómagos mas.
En cuanto terminamos con los platos salados, un camarero trajo agua de limón en un cuenco de porcelana para que nos limpiáramos las manos. Después de aquello, miré una enorme tarta de colores, bastante bonita, y ladee la cabeza, dando mi aprobación, pues bien sabía yo que el cocinero nos miraba a través del cristal de los fogones.
-Mad- le dije mientras usaba una cuchara para tomar un trozo de tarta- nunca me lo había pasado tan bien, de verdad, gracias.
Y era verdad, nunca me había sentido tan bien con alguien, y todo era gracias a él y solo a él, lo cual era complicado. Mad había conseguido llegar a mi corazón de hielo, en tan poco tiempo que hasta me parecía increíble. Por eso, desee que aquel día no acabara nunca, sería capaz de no dormir, solo para asegurarme de que él seguía a mi lado, y no era un sueño. Un sueño demasiado increíble para ser cierto.

Spoiler:

En cuanto terminé, dejé los cubiertos sobre la mesa mientras le escuchaba, ciertamente estaba llena y necesitaría relajarme antes de ir a descansar. Jamás había estado en unas termas, ni siquiera me lo había planteado, pero me limité a encogerme de hombros, tan solo sería un baño y salir. De todos modos, a aquellas horas no habría mucha gente.
-Muy bien- dije levantándome para ponerme en camino.
Las termas estaban situadas en una zona bastante amplia, rodeada de jardines con lagos al aire libre e instalaciones en el interior. Me quedé parada mirándolo todo con ojos curiosos, incluso había un estanque con peces de colores vistosos que nadaban en círculos. Observé el indicador que se encontraba a la entrada para descubrir donde estaban las termas femeninas, o al menos no morirme buscándolas. Miré a Mad, un tanto sonrojada, mientras miraba distraidamente al suelo.
-B...bueno, yo... me iré por allí, a ver que encuentro... una cascada o algo así- me giré, estaba bastante tensa, pero sonreí de medio lado. Descubrí un pequeño lago bañado por una ancha cascada rodeado de juncos y flores moradas que no había visto nunca, tras la opaca cascada, había un hueco que apenas se distinguía con una serie de toallas dobladas escrupulosamente. Decidí escogerla, y terminé quedándome muy quieta en el agua, con esta cubriéndome justo por debajo de la nariz, mientras diminutas gotas danzaban a mi alrededor. Me pregunté como le iría a Mad, con Apolo correteando de un lado a otro, a veces parecían padre e hijo.

Llevaba bastante rato preparada para irme, esperando a que Mad y Apolo aparecieran por algún lado. Me había encaramado a una pequeña construcción con forma de pagoda, y supuse que tendría el aspecto de un búho aburrido. En cuanto los vi aparecer, con bastante mejor aspecto, bajé de mi base y tomé la mano de Mad en silencio, ya se había convertido en una rutina, y no era necesario pensar el aquellos pequeños gestos de cariño.
-Aún tenemos un rato para pasear- le comenté mientras miraba el cielo teñido de aquel color azul previo al anochecer- esta todo tan... hermoso.
Ciertamente, no sabía como Madness se había fijado en mi, puesto que yo misma reconocía que no era una mujer de muchas palabras, por esa extrema timidez que tenía con todo el mundo, tenía tanto miedo de hacer algo mal. Al final, terminé por cansarme y arrastré a Mad hacia una escalera de pared que llevaba a un tranquilo tejado, desde el cual se podía ver todo el parque.
-Perdona- dije sonriendo- tengo la costumbre de sentarme en los tejados
Apoyé la cabeza en su hombro sin soltar su mano, pensando que en cualquier momento, cerraría los ojos.

Sonreí ante sus palabras, siendo consciente que lo estaba mirando algo embobada, perdida en aquella sonrisa tan natural y cálida. Escuché su historia, algo triste, y después suspiré.
-Mis padres y mi hermano menor fueron asesinados cundo yo era niña- dije con un tono carente de vida o sentimiento- me crié con mi maestro, el cual terminó por ser como un abuelo para mi, pero él falleció hace apenas un año.
Pero sonreí y tomando sus manos, tiré de él para ponerle en pie, rodeandole con los brazos.
-Tu eres ahora mi familia- le dije en un susurro. Bostecé sin querer y me froté un ojo, me negaba a dormir, aunque si estaba cansada, por lo que miré a Mad mientras me frotaba un ojo- ¿podemos ir ya a la habitación? Estoy un poco cansada.
Le miré expectante, tan solo necesitaba descansar en un lugar cómodo, ya que empezaba a refrescar, y si tardábamos un poco más en irnos, a Mad le tocaría llevarme a hombros sin remedio. Me pregunté como sería el hotel, aunque daba un poco igual, estaba con mi familia.

Me asusté un poco cuando él me tomó en brazos, pero estaba bastante cansada y se estaba muy bien así. Esperé a que él saliera del baño para, con cara de zombi, coger mi pijama y entrar. Tardé poco, me miré al espejo, aquel pijama no era mas que una camisa de mangas campana y un pantalón corto color blanco, pero me sentía muy etérea. Abrí la puerta y me tumbé junto a Mad, guardando tímidamente las distancias, sin intención de ofenderle ni incomodarle.
-Mmm, si hablo en sueños no te asustes- dije con intención de romper el hielo- suelo pelearme con la gente hasta dormida.
No era propio de mi hacer bromas, ni siquiera reírme de mi costumbre de hablar en sueños, pero en aquel momento lo veía todo desde una nueva y positiva perspectiva. Miré el techo, supuse que de nuevo, mis mejillas estaban coloradas, me permití mirar a Mad de reojo con disimulo. Traté de relajarme, apoyé el codo en la almohada y la cabeza sobre mi mano, quedando mis ojos a la altura de los de Mad.
-Me lo he pasado estupendamente hoy- le dije con una ligera sonrisa- a decir verdad, jamás me lo había pasado tan bien.
Ahora que le miraba a los ojos, me daba cuenta de lo mucho que debería saber él, y me pregunté si se lo habían enseñado los monjes cuando era pequeño, aunque me daba miedo preguntar por si acaso iba a recordar momentos dolorosos. Terminé por acurrucarme a su lado, no quería dormirme.

Me dejé atraer por él, la verdad era que me encontraba bastante bien, y yo tampoco quería que aquello terminara. Por primera vez en mi vida, sentía algo parecido al calor, pero no un calor físico, sino interior, aquello era agradable. De repente, se me ocurrió una pregunta que llevaba tiempo queriendo hacerle a Mad, desde que me enteré de que había pasado su infancia en un templo, con monjes. Me lo imaginé de niño, rodeado de mojes calvos vestidos con túnicas naranjas, aunque no sabía por que naranjas precisamente.
-Esto...Mad, hay una duda que ya considero existencial- dije de repente mirándole como una niña que pretende ser seria pero que mas ben produce risa- Cuando estabas en el templo...¿Tuviste que cortarte el pelo como los monjes esos?
Aquello me produjo la risa en mi fuero interno, pero, exteriormente, estaba muy preocupada. Me incorporé y tomé su rostro entre mis manos.
-Nunca lo hagas ¿si?- dije con máxima preocupación- me gusta tu pelo así, aunque voy a tener que pegarte un cartel en la frente donde ponga "Ocupado" para que ninguna desesperada se te acerque.
Aquello último lo dije con una sonrisa en los labios, aunque realmente, jamás lo llevaría a cabo, él era libre de irse con quien fuera, pero cualquiera lo tendría difícil, ya que lucharía por el hasta el último suspiro.

Suspiré tremendamente aliviada, me gustaba su cabello, era como una seña de identidad. Miré por la habitación, en busca de Apolo, el cual había desaparecido, sonreí, correspondiendo de buena gana a su beso. Me pregunté si realmente las cosas habían pasado por algo, pues Mad y yo nos conocimos en una misión, por casualidad.
-Yo realmente, no se como es vivir con mas de una persona, y considerarlos tu familia, creo que lo olvidé desde lo de mis padres- dije tranquilamente- pero vamos, mi maestro era un personaje auténtico, tenía sus momento realmente graciosos. Aunque sentía una tremenda debilidad por los dulces.
Después de aquello sonreí de oreja a oreja, aquella anécdota me había marcado realmente, y lo peor fue que yo tuve que lidiar con el dependiente de la tienda de dulces para que nos dejara marchar, pues mi inteligentisimo sensei decidió acabar con las existencias de tartas de manzana. Entrelacé mis dedos con los de Mad, no era buena sacando temas de conversación, y no sabía muy bien si él se sentía incómodo, pero yo estaba bastante bien, tan solo escuchar su voz, era todo lo que necesitaba.
-Mad, ¿Dónde esta Apolo?- pregunté un tanto alarmada, pero sin moverme de su lado- llevo tiempo sin verlo, tengo miedo de que ataque el bufet del hotel y salga herido.
Tenía que reconocer que sería divertido verlo, ya que seguramente en el hotel se celebrarían fiestas, me imaginé a mujeres enormes vestidas de etiqueta corriendo despavoridas o adorando al pequeño Apolo.